Reseñas de prensa

 

 

PRESENTACIÓN EN EL MOLAR DE “CANCIÓN DE ESQUINA”

LA ÚLTIMA NOVELA DE JOSÉ LUIS G. CORONADO

 

El 24 de octubre se celebra el día de la Biblioteca. En varios municipios de la Sierra se han celebrado diversos actos para celebrar esta jornada. El Molar, Bustarviejo y Miraflores vivieron la presentación de libros de tres autores muy ligados a la Sierra Norte.

En El Molar la biblioteca Blanca de Igual acogió la presentación de la última obra de José Luis G. Coronado, Canción de Esquina. El sexto libro de González Coronado, es un relato cuyo eje principal gira en torno a la lucha desigual de un individuo contra el sistema. Además de contar con la presencia del alcalde Emilio de Frutos: Antonio Sánchez-Marin Enciso, profesor y crítico literario y Apuleyo Soto, maestro y escritor hablaron del autor y de la obra.

 

 

 

 


 

Canción de esquina

19.01.2014 | 01:10

PEDRO GUERRERO RUIZ El próximo jueves 23, a las 8 de la tard en el Museo Gaya, Gabriel Batán y un servidor presentaremos Canción de esquina (la batalla que una persona libra contra el sistema industrial farmacéutico), la última novela de José Luís González Coronado (1947, Cuéllar). En 1979, Coronado escribe Las Glebas,, posteriormente El envés de la utopía (1984), de un premeditado trasfondo libertario, y El Tagarote (2003), editado por Cátedra, que le merece el Premio Ángel Guerra de Novela. Además, Los frágiles días (2010), una rebelión de seres segregados socialmente, y El rastro de la culebra (2011), una de las novelas literarias más interesantes escritas en los últimos años, donde viven unos 600 personajes y referencias a los héroes que el novelista considera como tales, bien por su escritura, bien por su descontaminada posición cultural.

Aclaro que para mí presentar a Coronado no es un acto de vanidad, yo ya no tengo de eso; sino, créanme, de honor.

Parece que fue ayer cuando con Coronado (conocido entre el cenetismo como El Coro) celebramos entre el fino del Puerto de Santa María y la ternura de María Teresa León el 79 cumpleaños de Rafael Alberti. Nos conocimos en en la casa éste, Vía Garibaldi, en el corazón del Trastévere romano, tan lejos y tan cerca de la España que Rafael veía como un mapa superpuesto por la sombra de las nubes en el suelo: «Hoy las nubes me trajeron / volando el mapa de España?». Desde aquel primer encuentro en casa de Rafael, volvimos a España y nos encontrábamos en múltiples ocasiones con Gabriel Batán y mi tío Pedro Ruiz, quienes también vivían en Madrid. En aquellos primeros años 70 José Luis participaba activamente en las luchas sindicales desde el anarcosindicalismo. Fueron años de lucha clandestina, de encuentros y manifestaciones, de un acercamiento real a la clase obrera, de jugarse José Luis la vida, como todos aquellos héroes sin nombre o malditos del franquismo.

Gabriel Batán y él acompañaban a Pedro Ruiz siempre. Eran como tres hermanos unidos por la resistencia a una dictadura que ya duraba demasiado. José Luis, por entonces, era íntimo de otro José Luis murciano, Castillo Puche, y empezaba a retirarse de Iberia, donde trabajó muchos años. Lo hizo, dijo adiós y empezaba a escribir, que era ya lo suyo, su definitiva creencia y descreencia. Y lo hizo con la dificultad que añadían aquellos últimos coletazos del franquismo, con la emoción quebrada por amigos que se fueron, desde aquellos dramáticos momentos, de la Operación Lucero, pensada para que la oposición al franquismo no moviera ficha alguna en la muerte de Franco. Y fue cierto que el dictador estaba en su ataúd. Y José Luis fue a ver aquella verdad definitiva. Y vinieron los asesinatos de Atocha, y todos los acontecimientos posteriores en que algún amigo dejó su vida.

Después, muere Pedro Ruiz y es enterrado en el cementerio civil de Madrid. Delante del féretro, algunos amigos: Rafael Alberti, Aurora de Albornoz, Juan Barjola, Simón Sánchez Montero, José María Mohedano, Jaime Sartorius, Manolo López o Antonio Rato. Y allí estaban también José Luis González Coronado y Gabriel Batán, estábamos los tres, porque Pedro era una referencia de aquellos jóvenes que habíamos crecido entre la necedad de un régimen que agonizaba largamente y una avalancha de abrazos y alegría de la libertad que ya nadie podría detener, del mismo tono en que pintó Genovés en aquel cuadro de personas que se abrazan.

José Luis, junto a otro amigo, Ángel Espinosa, fue clave en la Confederación Nacional del Trabajo (o Federación Anarquista Ibérica para la negociación y recuperación de los archivos históricos de ambas organizaciones, depositados en Amsterdam. Después, pasó un tiempo de creación literaria. Pero Gabriel y José Luis se encontraban todos los días que les era posible. Creció la literatura en ellos. El tiempo nos hizo mayores. Y volvimos a vernos en Lorca o Murcia, en la playa o en el campo, en una relación siempre gobernada por el sentimiento de la fraternidad. Ha sido, es, un novelista que no busca padrinos de influencias comerciales, del autobombo entre escritores y editores. Tiene esa imagen de escritor en solitario, aunque para la crítica rigurosa ya es una de las firmas más prestigiosas de la narrativa. Es lo que les pasa a los malditos, hasta que el tiempo pone a cada cual en su sitio. Por eso, tal vez, haya que leerlo, porque escribe en solitario y porque su literatura es también para el futuro.