Diario

En este diario, José Luis G. Coronado va anotando sus impresiones y reflexiones sobre los temas de actualidad. Va ordenado de más reciente a más antiguo y no se descarta la posibilidad de que en algún momento se pueda publicar una selección de todas estas anotaciones.

 

 

SOLICITUD DE BAJA EN EL PSOE

 

El Molar 9 de enero de 2013


 
A: Secretaria de Organización de la Agrupación Socialista de El Molar (PSOE)
 
Debido a insuperables diferencias entre nuestra forma de ver y entender la política de izquierdas y las que se llevan a cabo por los órganos del partido (principalmente federales, aunque también autonómicas y locales) nos vemos impulsados a tomar la decisión de solicitar nuestra baja en la Agrupación de El Molar. Rogamos, por consiguiente, que se abstengan en lo sucesivo de pasar al cobro nuestras cuotas de afiliación.
 
Pensamos que no procede en esta solicitud enumerar nuestras diferencias con los postulados y estrategias políticas del partido que han sido el motivo de nuestra solicitud de baja, toda vez que entendemos que las tareas de crítica, denuncia y proposición son privativas de los afiliados.
 
Por nuestra parte, esta decisión no implica menoscabo ni alteración de las relaciones personales, en muchos casos de amistad entrañable, ni descarta que en un futuro nos volvamos a encontrar en el ámbito de una verdadera izquierda.
 
Un cordial saludo
 
Concepción García Atienza
José Luis González Coronado



 

 

 

22 de febrero

 

La vieja dialéctica

 

 

            Cuando he visto en el E PAIS la viñeta de El Roto en la se levantaban dos brazos, uno enarbolando un libro y otro una verga de policía, he pensado que está a la vuelta de la esquina el retorno de la vieja dialéctica. El debate entre la razón de la fuerza y la fuerza de la razón. Corren tiempos duros, una vez más los excesos de los poderosos han provocado la ruina de los demás y una vez más se pretende desde el poder recomponer la situación de abuso a costa de los que menos tienen, de los que ya no tienen casi nada. Durante muchos años se ha estado celebrando una orgía dilapidadora a la que aparentemente estaba invitado todo el mundo y, cuando el vino se ha terminado y ha dejado de sonar la música, los mismos que montaron la gran juerga y disfrutaron a lo grande del despilfarro ahora son los que pasan la factura. Y pretenden que esa factura la paguen, no las que más se gastaron, sino los que de esa fiesta tan solo disfrutaron de los fuegos artificiales. Como es natural, eso cabrea. Y a pesar de haber pasado unos años beatíficos al arrullo de las músicas con las que otros bailaban, muchos se empiezan a plantear por qué tienen que apechugar con los gastos de la orquesta. Poco a poco, el cabreo se va enconando, la venda se les va cayendo a muchos de los ojos y poco a poco empiezan a tomar forma las protestas. Los trabajadores se manifiestan porque de la noche a la mañana se les despoja de sus derechos y no se les deja otra opción que el recurso al pataleo; los estudiantes temen por las becas, se despide profesorado, se limitan o eliminan instalaciones docentes y no tienen otra forma de quejarse que salir a la calle y ocupar los rectorados; los viejos, que no han hecho otra cosa que trabajar y cotizar toda una vida, ven como sus pensiones cada día son más bajas y salen a la calle; los funcionarios, chivos expiatorios en este desaguisado, que son testigos de despidos en masa y se ven obligados a alargar las jornadas cobrando menos, salen a las plazas a quejarse. Y así, poco a poco, va cuajando la protesta. Empezaron algunos cientos, ya son algunos miles, pero aunque lleguen en un momento a ser cientos de miles, todavía no tienen en sus manos mas que la honda de David para enfrentarse al Goliat del gobierno. Pero no hay otra, solo desde la protesta mantenida se puede poner en evidencia lo injusto de la situación y obligar poco a poco a los poderes a que se les tenga en cuenta. Para los agraviados, no hay más aliados que los números: ser más cada día; el poder, en cambio, cuenta con la fuerza de sus policías, la sumisión de casi todos los medios y una legión de acarnerados que se rasgan las vestiduras porque algún atolondrado quema la marquesina de un banco antes de tiempo. Con esta correlación de fuerzas, no hay otra estrategia posible que la protesta no violenta. Y esto lo saben la inmensa mayoría de los que se manifiestan. Sin embargo, hay muchos ejemplos en la historia en los que la perseverancia en la protesta ha dado sus frutos, muchas ocasiones en las que la fuerza de la razón se ha terminado por imponer a la razón de fuerza. Pero que nadie se engañe creyendo que esta lucha, a pesar de que se planteé como no violenta, va a ser incruenta. Hubo un tiempo en que se nos decía que los pajarillos se tiraban a las escopetas, podríamos no tardar en volver a verlo.

19 de febrero 2012

 

“El cinismo de las cifras” 

 

Acabo de llegar a casa, vengo de Sol. Dice la tele que en Madrid nos hemos juntado 450.000 y en Barcelona 400.000. Un millón largo en toda España. No está mal para empezar. Con todo, una vez repuesto de la euforia que produce verse en medio de una exultante multitud que clama por sus derechos, no puedo evitar caer en una reflexión taciturna y melancólica al verme con sesenta y cinco años teniendo que volver a la pelea porque las conquistas que costaron tanto se desmoronan a empellones de la misma derecha ultramontana que siempre está al acecho para recordarnos cada vez que puede que aquí no hay derechos que valgan: España es suya y por eso se atribuyen el derecho de administrarla como una finca. Produce una profunda tristeza pensar que centenares de miles de españoles, que están padeciendo y aún padecerán más los rigores de las políticas del Parido Popular, han aupado al poder, y puesto la guadaña en las manos de quiénes van a degollar los avances sociales que se han ido ganando poco a poco. ¿Cuántos votantes del PP se verán afectados por un despido masivo (ERE), sin mediación administrativa previa, porque su empresa encuentra en esta nueva legislación laboral el vehículo idónea para reestructurar a coste cero? Qué pena me da cuando oigo a un trabajador por cuenta ajena despotricar sobre la inoperancia de los sindicatos. ¿Se preguntan ya como van a defender en el futuro sus condiciones de trabajo, una vez que los convenios colectivos están en trance de pasar a mejor vida? No tardarán en preguntárselo. Entrar en más pormenores sobre los desatinos y abusos de esta reforma no es para este diario. Cualquiera puede leerlos en la prensa.

           He oído esta mañana muchas llamadas a la huelga general y a quien he tenido ocasión le he dicho lo que pensaba: que en estos momentos sería prematuro convocarla. La huelga general es el arma más potente del arsenal legal y no es cuestión de usarla a las primeras de cambio. Lo que estamos viendo hasta ahora ha sacado hay a la calle a un millón de personas, pero nos queda mucho por ver. Veremos cada primero de mes como sube el paro, veremos en abril los recortes de caballo que esconden los presupuestos, veremos cada día como nos pretenden amedrentar desde el cinismo y la soberbia. Y un último argumento para defender la idea del aplazamiento de la huelga general: después de oír a Rajoy en Bruselas que ya tenía descontada una huelga, no debemos consentir que sea el PP quien nos marque la agenda. De momento, ahí queda lo de hoy; ahora toca calentar motores para volver a la carga en próximo veintinueve.

 

P.D. Cada vez que veo que van en aumento en la calle las banderas republicanas se me alegran las pajarillas. No me quisiera morir sin ver a un particular al frente de la Tercera República.

 

 

17 de febrero 2012


Empiezo a redactar este diario en un día en que la mente y el corazón de los españoles están inundados de basura mediática a través de la cual se nos pretende hacer tragar la medicina de unas reformas que nos empobrecen cada día un poco más y reducen nuestra condición ciudadana, en especial la de los trabajadores asalariados, a cotas de miserabilidad no conocidad desde los años setenta. La reforma laboral es una carga de profundidad diseñada para volar del mapa a los sindicatos y dejar a los trabajadores huérfanos del arma que históricamente  ha servido para organizar la lucha por conseguir cada vez cotas más altas de dignidad y bienestar social. No se me ocurre otra manera de contrarrestar ese ataque siniestro a los derechos laborales que la protesta y la lucha. Sin duda, la política regresiva de este gobierno de orientación neoliberal merece la respuesta de una huelga general. Pero estoy de acuerdo con los sindicatos mayoritarios en valorar esta posibilidad con tiento. Vivimos unos tiempos en que muchos trabajadores no asumen su condición y es preciso que tomen conciencia de cual es su sitio en esta contienda de intereses. El triunfo aplastante de la derecha no hubiera sido posible sin el apoyo inconsciente de cientos de miles de trabajadores que a estas alturas deben estar ya planteándose si hicieron bien apoyando a los que los despojan ahora. La protesta es el mejor termómetro para evaluar la correlación de fuerzas. Acudir a las manifestaciones, llenar las calles con las pancartas de la indignación es el primer paso. Acudamos.